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lunes, 15 de febrero de 2016

Francisco elogia a terrible "abortista" y la pone como modelo en Italia.


¿Es Francisco un legítimo papa? Un hombre de "dos caras" que demuele la moral de la Iglesia Católica, como lo advirtió el Profeta Daniel Caps. 7 a 12

Hemos asistido con entusiasmo a la veneración pública en la Basílica de San Pedro, del cuerpo incorrupto de ese gran santo del siglo XX que fue el P. Pío de Pietrelcina. Francisco ha querido así rendirle un homenaje a quien tantas personas reconcilió con Dios, pues supo moverles a abandonar sus errores, sus pecados, sus crímenes. Entre ellos el crimen del aborto. ¡La confesión es algo maravilloso!
Para el P. Pío el aborto no es sólo el crimen de un inocente, sino un verdadero suicidio. Un sacerdote, P. Pellegrino, le preguntó, a quemarropa:
— Padre Pío , hoy ha negado la absolución a una señora porque había realizado voluntariamente un aborto. ¿Por qué ha sido tan riguroso con esa pobre infeliz?
El santo estigmatizado respondió:
— El día en que las personas pierdan el horror al aborto será el peor día de la humanidad. El aborto no es sólo un homicidio, sino también un suicidio. Y ante quienes están a punto de cometer con un solo acto uno y otro delito, ¿debemos o no tener el coraje de manifestar nuestra Fe?
— ¿Suicidio? — preguntó el P. Pellegrino.
— Entendería ese suicidio de la raza humana – respondió el santo – quien viese la tierra poblada sólo por viejos y despoblada de niños: quemada como un desierto.
Estas palabras de una persona tan bondadosa como era el santo capuchino tal vez no hayan sido conocidas de Francisco, cuando ha puesto como ejemplo a la Italia de hoy, despoblada por la falta de natalidad, y regurgitante de ancianos, el ejemplo de Emma Bonino, la propagandista e introductora del aborto en Italia.
Ella misma declara haber hecho más de 10.000 abortos sólo durante 1975, con un sistema totalmente precario: con una bomba de aire, de las usadas para llenar los neumáticos de la bicicleta, aspiraba del seno de la madre abortista el nascituro, y tiraba los restos despedazados en un pote de vidrio. Hay fotos históricas en que ella mismo quiso inmortalizar tal hazaña.
La Iglesia Católica ha considerado siempre, como el santo Padre Pío enseñaba, que el aborto es un crimen abominable, capaz de ser perdonado si hay arrepentimiento, pero que merece ser objeto de horror por toda sociedad que no quiera suicidarse; como es objeto de horror el suicidio, el asesinato, el robo… todos ellos pecados que pueden ser perdonados, si hay arrepentimiento.
Francisco justificó su elogio a la abortista Emma Bonino con la frase “debemos mirar las personas, y lo que ellas hacen”. Bonino hizo abortos… ¿tal vez Francisco no lo sabía? No seremos tan ingenuos de creerlo. Y por eso, no entendemos como se pueda decir que esa es “una de las mayores personas de la Italia de hoy”, como afirmó el pontífice (Corriere Della Sera, 8 de febrero de 2016).
¿El aborto continua siendo un pecado, como enseña el Catecismo? ¿O ha surgido una nueva moral de las manos de Emma Bonino y sus compañeros de partido? ¿Por qué esas dos caras de Francisco?
La anciana Bonino, sin manifestar ningún arrepentimiento por los más de 10.000 abortos clandestinos realizados sólo en 1975, agradeció los elogios de Francisco: “Estas palabras son la cosa que más me ha agradado en toda mi vida” (Lultimaribattuta, 9 de febrero de 2016). ¿Arrepentimiento? Ninguno. Al menos no lo ha manifestado, y en la confesión sabemos que debemos buscar al menos alguna señal de arrepentimiento. Tal vez satisfacción por ver a quien debería, ex officio, ser su enemigo número 1, doblarse servilmente ante su persona.
¿Y los restos del Padre Pío, que esos días estaban siendo venerados en San Pedro? ¿Qué ha pensado el P. Pío desde el cielo sobre estos 10.000 asesinatos de 1975 perpetrados por la mujer ideal para la Italia de hoy, según Francisco? ¿Qué ha pensado de que su figura sea manipulada de esa forma?
Efectivamente, surgen muchos interrogantes sobre ese nuevo modelo de moral propuesto al mundo moderno (ver estudio). Modelo tan diferente del que enseñaba el Santo Padre Pío, y por el cual él fue elevado a la honra de los altares.
 
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