Hemos asistido
con entusiasmo a la veneración pública en la Basílica de San Pedro, del
cuerpo incorrupto de ese gran santo del siglo XX que fue el P. Pío de
Pietrelcina. Francisco ha querido así rendirle un homenaje a quien tantas
personas reconcilió con Dios, pues supo moverles a abandonar sus errores, sus
pecados, sus crímenes. Entre ellos el crimen del aborto. ¡La confesión es
algo maravilloso!
Para el P. Pío el aborto no es sólo el crimen de un inocente, sino un
verdadero suicidio. Un sacerdote, P.
Pellegrino, le preguntó, a quemarropa:
— Padre Pío , hoy
ha negado la absolución a una señora porque había realizado voluntariamente
un aborto. ¿Por qué ha sido tan riguroso con esa pobre infeliz?
El santo
estigmatizado respondió:
— El día en que las personas pierdan el horror al aborto será el peor
día de la humanidad. El aborto no es sólo un homicidio, sino también un
suicidio. Y ante quienes están a punto de cometer con un solo acto uno y otro
delito, ¿debemos o no tener el coraje de manifestar nuestra Fe?
— ¿Suicidio? —
preguntó el P. Pellegrino.
— Entendería ese
suicidio de la raza humana – respondió el santo – quien viese la tierra
poblada sólo por viejos y despoblada de niños: quemada como un desierto.
Estas palabras de
una persona tan bondadosa como era el santo capuchino tal vez no hayan sido
conocidas de Francisco, cuando ha
puesto como ejemplo a la Italia de hoy, despoblada por la falta de natalidad,
y regurgitante de ancianos, el ejemplo de Emma Bonino, la propagandista e
introductora del aborto en Italia.
Ella misma
declara haber hecho más de 10.000 abortos sólo durante 1975, con un sistema
totalmente precario: con una bomba de aire, de las usadas para llenar los
neumáticos de la bicicleta, aspiraba del seno de la madre abortista el
nascituro, y tiraba los restos despedazados en un pote de vidrio. Hay fotos
históricas en que ella mismo quiso inmortalizar tal hazaña.
La Iglesia
Católica ha considerado siempre, como el santo Padre Pío enseñaba, que el
aborto es un crimen abominable, capaz de ser perdonado si hay
arrepentimiento, pero que merece ser objeto de horror por toda sociedad que
no quiera suicidarse; como es objeto de horror el suicidio, el asesinato, el
robo… todos ellos pecados que pueden ser perdonados, si hay arrepentimiento.
Francisco justificó su elogio a la abortista Emma Bonino con la frase “debemos mirar las
personas, y lo que ellas hacen”. Bonino hizo abortos… ¿tal vez Francisco
no lo sabía? No seremos tan ingenuos de creerlo.
Y por eso, no entendemos como se pueda decir que esa es “una de las mayores personas de la Italia
de hoy”, como afirmó el pontífice (Corriere Della Sera, 8 de febrero
de 2016).
¿El aborto
continua siendo un pecado, como enseña el Catecismo? ¿O ha surgido una nueva
moral de las manos de Emma Bonino y sus compañeros de partido? ¿Por qué esas dos caras de Francisco?
La anciana
Bonino, sin manifestar ningún arrepentimiento por los más de 10.000 abortos
clandestinos realizados sólo en 1975, agradeció los elogios de Francisco: “Estas
palabras son la cosa que más me ha agradado en toda mi vida” (Lultimaribattuta, 9 de febrero de
2016). ¿Arrepentimiento? Ninguno. Al menos no lo ha manifestado, y
en la confesión sabemos que debemos buscar al menos alguna señal de
arrepentimiento. Tal vez satisfacción
por ver a quien debería, ex officio, ser su enemigo número 1,
doblarse servilmente ante su persona.
¿Y los restos del
Padre Pío, que esos días estaban siendo venerados en San Pedro? ¿Qué ha
pensado el P. Pío desde el cielo sobre estos 10.000 asesinatos de 1975
perpetrados por la mujer ideal para la Italia de hoy, según Francisco? ¿Qué
ha pensado de que su figura sea manipulada de esa forma?
Efectivamente,
surgen muchos interrogantes sobre ese nuevo modelo de moral propuesto al
mundo moderno (ver estudio). Modelo
tan diferente del que enseñaba el Santo Padre Pío, y por el cual él fue
elevado a la honra de los altares.
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