China: de Iglesia del silencio a traicionada
(UN ARTÍCULO DE ADELANTE LA FE, CON COMENTARIOS DEL MIDP) 25/09/18
4:14 PM
Mientras el
comunismo chino endurecía su hostigamiento persecutorio a la Iglesia Católica
fiel a Roma, -entre otros aspectos, imponiendo la instalación de circuitos
cerrados de cámaras dentro de los lugares de culto, ordenando la demolición o
eliminación de cruces, la destrucción de iglesias con dinamita y excavadoras,
la confiscación de Biblias, ordenando a las iglesias de las provincias de
Henan, Jiangxi, Zhejiang, Liaoning y Hebei enarbolar la bandera china, destruir
pancartas e imágenes con mensajes religiosos y cantar el himno nacional y las
canciones del Partido Comunista durante el culto, prohibiendo a los menores de
18 años de asistir a las iglesias, amenazando con la expulsión de la educación
y el empleo a quienes creen en las religiones,
imponiendo a los fieles que reemplacen las pinturas de Jesucristo con retratos
del presidente Xi Jinping, un culto a la personalidad que
se asemeja al de Mao, imponiendo nuevas regulaciones,
[desde el pasado 1 de febrero] que establecen el cierre de todas las iglesias
no oficiales dejando al menos a 6 millones de católicos sin lugares de reunión,
restringiendo el acceso a material religioso en línea, y otros acosos,
hostigamientos y maltratos- recorría un secreto a voces: la inminencia de un acuerdo entre la República Popular China y la
Santa Sede.
En ese arco
de «la peor represión contra los cristianos desde la Revolución
Cultural china» Mons. Marcelo Sánchez Sorondo, Canciller de la
Academia Pontificia de las Ciencias, elogia a China como el
país donde la doctrina social de la Iglesia se aplica de manera más completa. Un poder influyente que respeta
la dignidad humana y el planeta, un país que tiene una gran población con gente de buena calidad,
que observa el bien común y […] ha demostrado su capacidad para [realizar] grandes misiones como luchar contra la pobreza y la
contaminación.
Según
Monseñor Sánchez Sorondo, los críticos de un acuerdo entre China y el Vaticano
son un pequeño grupo minoritario de personas, gente que quería crear
problemas, ruidosos, pero no muchos.
El próximo
pasado 22 de septiembre, los representantes del Vaticano y la República Popular
China firmaron un Acuerdo Provisional calificado de pastoral, no político, «fruto de un
acercamiento gradual y recíproco, ha sido acordado luego de un largo proceso de
negociación cuidadosa y prevé la posibilidad de revisiones periódicas de su
aplicación. Se trata de la nominación de obispos, una cuestión de gran
importancia para la vida de la Iglesia, y crea las condiciones para una mayor
colaboración a nivel bilateral».
Mientras el
Director de “L’Osservatore Romano”, Giovanni Maria Vian, califica de una fecha en la historia la firma del Acuerdo, Su
Eminencia el obispo emérito de Hong Kong, cardenal Joseph Zen afirma al
respecto: «el tan esperado comunicado de prensa de la Santa Sede es una obra
maestra de creatividad al no decir nada en muchas palabras».
I.
Iglesia perseguida
Jesús envió
a sus apóstoles y discípulos como ovejas en medio de los
lobos:[1] he
aquí el sello que nos permite en todos los tiempos reconocer a los discípulos.
Un humilde predicador, atacado por un poderoso que defendía el brillo mundano
de sus posiciones sacudidas por la elocuencia del Evangelio, se limitó a dar
esta respuesta: «Una sola cosa me interesa en este caso, y es
que Jesús no vea en mí al lobo sino al cordero». Nuestro Señor
Jesucristo, advirtió claramente que muchos de sus discípulos serían
perseguidos, maltratados y martirizados: A ustedes los arrastrarán ante
las autoridades, y los azotarán en las sinagogas. Por mi causa, ustedes serán
llevados ante los gobernantes y los reyes, teniendo así la oportunidad de dar
testimonio de mí ante ellos y los paganos[2].
Es parte de
la vocación propia de la Iglesia de Cristo, se persigue a los fieles porque se
persiguió a su Fundador, y en ellos se perpetúa el odio
contra Jesús y du doctrina. Se les persigue porque su
predicación puede descubrir lacras de muchas personas que no toleran les
señalen sus miserias.
Es una característica de la
Iglesia: a través del sufrimiento y de la persecución, voluntariamente
aceptados y soportados, manifestar que aman el Reino eterno de Dios, que viven
como extraños en este mundo, que ambicionan los bienes eternos del cielo, y que
Dios conforta a sus apóstoles hasta el punto de que acepten martirios
sorprendentes por su crueldad.
San Pío X,
siendo ya Papa, había afirmado que una quinta característica eclesial más
evidente, además de las cuatro es ser Iglesia mártir.
Es «el
misterio de la iniquidad»,[3] explica
San Pablo, que sirviéndose normalmente del «impío», es decir, de aquellos
hombres que se prestan a ser sus secuaces e instrumentos de su acción en la
historia, y que opera a la sombra, para obstruir o destruir, la obra del Señor.
En su Carta a los Efesios, lo dice de una manera más explícita: «nuestra lucha
no es contra la carne y la sangre [es decir, contra dificultades o enemigos de
orden humano, natural], sino contra los Principados, contra las Potestades,
contra los Dominadores de este mundo tenebroso, contra los Espíritus del Mal
que están en las alturas» (Ef 6, 12).
Son clásicas
las palabras de Tertuliano: «Aunque sea refinada, vuestra
crueldad no sirve de nada; más aún, para nuestra comunidad constituye una
invitación. Después de cada uno de vuestros golpes de hacha, nos hacemos más
numerosos: la sangre de los cristianos es semilla eficaz (semen est sanguis
christianorum)».[4]
Millares de mártires se cuentan
de las persecuciones de Nerón el año 64 y las de Diocleciano y Juliano el
apóstata, a las que siguieron las persecuciones del humanismo, la rebelión
protestante, el iluminismo, la revolución francesa… y las persecuciones del
siglo XX en México, Rusia y sus satélites; Cuba, España, China, Vietnam, Corea…
Cien millones.
Juliano el apóstata, en el siglo
VI, desplegó una persecución para anular moral y culturalmente a los
cristianos. Su táctica consistió en excluir a los discípulos de Cristo de los
puestos públicos, les prohibió tener escuelas, confiscó sus templos
convirtiéndolos en lugares de culto idolátrico, empujó la herejía arriana
adentro de la Iglesia para dividir y discordar a los fieles, los cristianos se
vieron aún imposibilitados de acudir a los tribunales, debido a que cada
litigante debería ofrecer sacrificios a los dioses paganos del Imperio.
En China, al final de la Guerra
Civil «el comunismo se vio indesafiable con un control total sobre la
población, de modo que juzgó que podría actuar en términos de libertad y
tolerancia”, pero cuando las conversiones fueron en aumento, se sintieron
inseguros y pensaron: “Estamos perdiendo la batalla de las ideas”, y perdieron
sus nervios hasta traicionar su profesión de libertad religiosa. Status que se
mantiene hasta el presente. Hace poco, el Presidente chino ha declarado que “el
Vaticano debe aceptar el hecho de que existe libertad de credo en China,
siempre y cuando la religión no entre en contradicción con las leyes del
país”».
La Iglesia ha resistido indomable
en China, ha triunfado hasta el punto de que el comunismo ha dejado de matar,
porque no tiene que haber mártires. Es político matar unos pocos,
ordinariamente esto asusta y produce la aquiescencia de muchos. Pero no es
político seguir haciendo mártires, porque inmediatamente se apodera del pueblo
un espíritu martirial, y, entonces, ya puede marcharse la tiranía.
II.
Iglesia patriótica
Una de las
formas más sutiles de la Revolución, «consiste en usar a los católicos,
jerarquías o fieles, para sus propios fines, cediéndoles el poder, o parcelas
controladas de poder, o ilusionándolos de que han obtenido o se les ha confiado
el poder político. Puede también intentar embriagarlos con los éxitos que les
permiten alcanzar, como pago del servicio que prestan los católicos a los fines
que ellos no han fijado, y de la renuncia a su fe o a su identidad, en el
ejercicio del poder político».[5] Prelados,
sacerdotes, religiosos y seglares colaboracionistas con las ideologías los ha
habido siempre.
Remontándonos
a la sangrienta persecución ordenada por el emperador Diocleciano en febrero
del año 303, su primer edicto prescribía destruir las iglesias y quemar los
libros sagrados, el año 304 siguieron medidas más severas, en un cuarto edicto
ordenó a todos a ofrecer incienso a los ídolos bajo pena de muerte, con la
consecuencia de muchos mártires y confesores y asimismo otros que, débiles en
su fe, apóstatas que pusieron en manos de los perseguidores libros y vasos
sagrados y hasta a sus mismos hermanos, se les vino a llamar traditores.
En todos los
siglos, ha habido cristianos que han
rechazado el martirio, avergonzándose de la Cruz de Cristo y quebrantando así
el seguimiento del Redentor. Según tiempos y circunstancias, han sido llamados
«lapsi», caídos, apóstatas, cristianos infieles. En todos los tiempos
los ha habido, y siempre los habrá, hasta que Cristo vuelva.[6]
No olvidemos que en el pasado reciente
hubo prelados, clérigos y seglares colaboracionistas con los regímenes
totalitarios en los países de la Cortina de Hierro, especialmente en Polonia.
En Hungría el episcopado juró fidelidad al régimen.
No llevaba
mucho tiempo el comunismo en China cuando la gente comprendió que odiaba a la
Iglesia Católica. El Papa Pío XII escribió el 18 de
enero de 1952 la Carta Cupimus imprimis y
el 7 de octubre de 1954, la Encíclica Ad sinarum gentem sobre
la situación religiosa en China. Declaró la invalidez episcopal de los
obispos nombrados por la CCPA.
Nadie ignora la persecución
sangrienta ordenada por Mao Tse Tung en cuanto se hizo cargo del país. Campos
de concentración, siniestras cárceles, negación para los detenidos de toda
comunicación con la familia y con el exterior, trato inhumano para doblegarlos
a romper sus relaciones de amistad y de sumisión al Romano Pontífice.
Narró el
Padre Aedan McGrath: «Una de éstas experiencias terroríficas, fue la
gran purga. En Chungking, millares desaparecieron de las calles en una sola
noche, luego en Shangai, 10.000 y aún 20.000 y hasta 30.000 fueron apresados de
repente durante la noche, y a la mañana, no había señal de ellos. Estos
arrestos fueron seguidos de ejecuciones diarias en muchas partes de China.
Camiones llenos de gente volaban por las calles, tocando sirenas para
aterrorizar más a la gente. Colocaron altavoces en los árboles a los dos lados
de la calle, para que nadie pudiera escapar al terror que se estaba difundiendo
por todas partes. El hecho es, que en tres o cuatro años fueron ejecutados 20
millones nos da la idea de lo aterrador de aquellos días.
«Es bueno recordar estas cosas alguna vez, cuando leemos los
periódicos y hallamos que algún pobre obispo se ha visto forzado a consagrar
obispo a algún sacerdote de la nueva Iglesia cismática.Nosotros,
sacerdotes europeos, sufrimos comparativamente poco. Los sacerdotes y obispos
chinos han estado sufriendo los últimos años, sin saber a dónde dirigirse, sin
nadie que les diese siquiera un consejo».
Con el
diabólico deseo de acabar con la Iglesia Católica, Mao Tse-tung, inició en 1957
una Iglesia nacional e independiente: la «Asociación Católica Patriótica
China» (CCPA). Organización cismática, herética y pro aborto, que no
reconoce la autoridad del Papa o cualquier cosa realizada por
la Iglesia desde entonces, debido a lo que el comunismo
chino denomina injerencia extranjera, imperialismo y organización reaccionaria. La CCPA es la única
organización para católicos reconocida por el gobierno chino, los católicos que
reconocen la autoridad del Papa viven su fe en una Iglesia subterránea que tiene el status de
ilegal. No existe libertad religiosa. La CCPA y la denominada Conferencia
Episcopal que reúne a los obispos ilícitamente ordenados, son dirigidas
y controladas por la Agencia Estatal de Asuntos Religiosos.
Los falsos
católicos de la CCPA gozan de todos los beneficios, incluso de becas a los Estados Unidos, financiadas los católicos
americanos mediante la Sociedad de Maryknoll con el fin
de integrarlos a la Iglesia Universal y acelerar el día de la
reconciliación plena. En ese contexto la Iglesia subterránea ha sido anulada
como la ruta más oportuna para el retorno de China al catolicismo.[7]
La Iglesia Patriótica ha adaptado el cristianismo
a las exigencias de la filosofía atea y materialista. Esa es la Iglesia que
Jorge Mario Bergoglio reconoce ahora, y a la que los heroicos católicos de la
clandestinidad, incluidos obispos, clero y fieles tendrán que someterse.
III. Ostpolitik
nueva versión
En este
orden de cosas, suscita cada vez más perplejidad este acercamiento
renunciatario y radicalmente negacionista de la política exterior de la Santa Sede, que trae
al recuerdo la tristemente célebre Ostpolitik vaticana,
que, en el pasado siglo, llevó a la Iglesia a quedar sometida en una
falsa coexistencia pacífica entre la Iglesia y
regímenes comunistas opresores y totalitarios.
Durante el
actual pontificado, el Cardenal Zen, publicó un documento en el que se refería
a la honda preocupación de los católicos de la Iglesia
subterránea en China, ante la progresiva descongelación de las
relaciones entre Pekín y Roma: el surgimiento de una nueva Ostpolitik.
Dice el
cardenal: «La Ospolitik comenzó ya con el Papa Juan XXIII y con Pablo VI. Era
una situación desesperada de la cual se trataba de encontrar una vía de salida.
Pero, ¿hubo una vía de salida? Los Papas y las Comisiones Cardenalicias, en la
casi falta de informaciones (la cortina de hierro), se debían fiar de Casaroli
dándole carta blanca, y él, pobrecito, debía nadar en la oscuridad (mientras
los enemigos habían redes de informaciones-espías- hasta dentro del vaticano (ver
The End and the Beginnig de George Wiegel).
¿Los grandes
resultados? “¡Asegurada la jerarquía eclesiástica!” ¿Cuál jerarquía? Obispos
fantoches, no pastores de grey, sino lobos rapaces, funcionarios del Gobierno
ateo. “Se buscó un ¡modus non moriendi! ¡La Iglesia de aquellos países se salvó
no por las maniobras de la diplomacia vaticana, sino por la fe indefectible del
siempre pueblo fiel!».[8]
Estamos pues, en una guerra, una
guerra en que nuestros enemigos no defienden nada sagrado. Ninguna ley ni temor
de Dios los detiene, fuera del temor de ser descubiertos antes de poder llevar
a cabo todos sus planes. Es una guerra a muerte. Es una guerra, sobre todo,
contra las almas, propagando la herejía y la ortopraxis, y el colapso de la
moralidad, destruyendo la fe o esclavizándola al vicio. Es por la guerra contra
la Iglesia como el diablo y sus seguidores tratan de apagar los medios de
gracia -la oración y los sacramentos- así como la voz moral de la Iglesia.
Afirmó el P.
Paul Kramer: No pensemos ni por un momento que esta
maravillosa «tolerancia» será concedida sin un precio –sin un quid pro
quo que requeriría un silencio moralmente intolerable sobre los graves
errores de la iglesia conciliar. Es el mismo viejo arreglo del Ostpolitik que
hizo Casaroli -MIDP: uno de los tres cardenales que tenían secuestrado en el Vaticano al Papa Paulo VI y le pusieron "un doble" para manipular la Iglesia y el Concilio Vaticano II, los otros eran Jean-Marie Villot, Secretario de Estado y Benelli- con los regímenes comunistas de la Cortina de Hierro, por el cual
la Iglesia pagó por la tolerancia un precio de silencio intolerable –y de este
modo se convirtió en la «Iglesia del Silencio».[9]
MIDP.- la infiltración a la Iglesia ya había conquistado altas posiciones dentro de los Más Altos Reinos de la Jerarquía en el Vaticano, como advertían el Tercer Secreto de Fátima y Apoc.13,11, se trata de los jerarcas al servicio de "la pantera negra" de Apoc.13,2 que son: "los Corderos que hablan como la bestia", esta bestia, de las 4 apocalípticas es la masonería eclesiástica".
Al deplorar
el cardenal Zen, las negociaciones vaticanas – del antipapa Bergoglio y de
Pietro Parolin acordadas en la reunión sectaria del perverso Club de Bilderberger
- con los comunistas chinos, que llevarían a levantar la excomunión a la
«Iglesia patriótica» con su clero colaboracionista, afirmó que los católicos chinos, no temen la represión ni la cárcel, sino la
traición de los hermanos.
«Iglesia del
Silencio» traicionada, en palabras
de D. Antonio Caponnetto: por un personaje cuya
malicia se desplegaba con insolencia creciente ante nuestros ojos atónitos de
católicos argentinos.
_____
[2] SAN MATEO,
10, 17-18.
[3] 2TESALONISENSES
2, 7.
[4] TERTULIANO, Apologético, 50, 13.
[5] BOJORJE, P.
HORACIO, La debilidad política de los católicos.
[6] IRABURU, P.
JOSÉ MARÍA, El martirio de Cristo y los cristianos.